¿Qué es la comunicación gastronómica para mí?
Carta de admisión enviada al Basque Culinary Center
NOTA: Este es un ejercicio que me pidieron antes de comenzar el Master en Comunicación y Periodismo Gastronómico. El texto está ligeramente modificado.
Es cierto, de niña, no me gustaba comer. No es que detestara los guisantes o las lentejas, era el acto de comer en sí: masticando indolencia, anclada a la mesa frente al horizonte invisible de los azulejos blancos de una cocina demasiado limpia y de cuchillos desafilados.
Comer, sencillamente, no me interesaba.
Quizá tenía una predisposición, “esta niña es mala para comer”, quizá me faltaron referencias o quizá, no hay que darle tantas vueltas, yo qué sé.
Al ser hija única, a menudo comía sola, empanada (distraída) como siempre, mientras mi madre aleteaba alrededor, de forma errática, ordenando, gestionando, con un bolígrafo en los dientes, el teléfono en la oreja y, probablemente, a la pata coja. ¿Bea, ya terminaste?
Ella hizo todo porque estuviese bien alimentada. Pero soy hija también de mi ciudad, de mi tiempo, de mi cultura. Escucha, estudia para estar en una oficina, no para cocinar, ni entender la comida, eso es para las abuelas y amas de casa. Pero el destino siempre encuentra una rendija por la que colarse.
Foto de Lappa Lens
Fue a los 18 o 20 años cuando descubrí, viajando, que a pesar de las diferencias entre países, lo que acontece alrededor de una mesa es muy parecido en todos lados: se establecen conexiones.
Se generan discusiones, se comparten alegrías, las familias se reúnen.
A su vez, las hortalizas nos conectan al suelo, los sabores, a los recuerdos y la sensación de saciedad, a nuestro instinto más primario. Y yo tengo acceso a todo eso, y por ello, me siento afortunada.
Empecé a ver la comida como una fuente de placer, pero además, como un lenguaje universal, capaz de romper barreras y de convertir en elástica, la distancia entre culturas.
Empecé a estudiar a chefs, investigadoras, comunicadoras, para terminar descubriendo una pequeña parte del poder de la gastronomía como herramienta para generar un impacto positivo. ¿Exagero? Ya hablaremos. Para eso es este Substack.
Foto de Lappa Lens
Comunicar es expresar lo que ya existe, absorber y exponer, desde un punto de vista personal, una serie de hechos o ideas, “hacer visible cómo nos toca el mundo” (Maurice Merleau Ponty).
Para ello, hace falta tener curiosidad para conocer y voluntad para compartir, transmitir conocimientos con el objetivo de que trasciendan.
La comunicación gastronómica es, para mí, hacer visible cómo digerimos el mundo, apelando a las emociones para provocar. Es una herramienta para visibilizar el conocimiento, desde la más pura humildad para ver más allá de lo que hay en el plato.
Y con suerte, dar voz a aquellos que no la tienen.
La comunicación gastronómica es potencialmente una manera de ganarme la vida, pero es también una forma de servir a esta noble causa.
Para mí, no es simplemente beber y comer para contarlo. Es, como dicen los americanos, “to make it count”, hacer que cuente.




