Eleazar Miranda, chef privado: fine dining sin salir de casa
La figura del chef privado crece como nuevo formato gastronómico | Conoce las anécdotas de oficio, la historia personal y lo que hace Eleazar en sus experiencias
—¿Eleazar, verdad? —pregunto mientras dejo el portátil a un lado. Él se acerca sonriente a la mesa donde apuro un sándwich de cualquiercosa con mayonesa.
—El mismo —responde el chef grancanario con simpatía. Pide permiso para sentarse frente a mí, donde tengo desplegadas libretas, bolígrafos y teléfono.
No tarda en empezar a hablar de lo que más le apasiona:
Cuando vamos a un restaurante, pedimos lo que nos llama la atención de la carta. Yo cocino y explico personalmente la historia detrás de cada plato, el comensal lo vive de otra forma: presta atención, el bocado sabe distinto y todo cobra sentido.
Eleazar Miranda, chef privado G.C - Experiencia degustativa
Qué hace en realidad un chef privado
Un chef privado es aquel que diseña y ejecuta menús personalizados en el espacio del cliente —una casa, una villa o un evento íntimo—, adaptando la experiencia a cada ocasión.
No es un servicio de catering al uso, sino una propuesta más artesanal y cercana: el chef cocina in situ y crea un relato gastronómico a medida.
Croqueta de carabinero con tomate seco, lámina de atún rojo coronada con cangrejo blanco
Esta figura, tradicionalmente asociada al lujo o a clientes de alto poder adquisitivo, ha vivido un boom internacional en los últimos años.
Redes como TikTok o Instagram han popularizado el formato —con nombres como Boukie en España o Stephany Victoria en Florida— mostrando cenas privadas como experiencias aspiracionales.
Al mismo tiempo, la pandemia y el auge del fine dining at home impulsaron el deseo de vivir la alta cocina en espacios íntimos.
Eleazar Miranda trabaja con dos menús degustación a elegir, aunque está planteando añadir un tercero con servicio opcional de sumiller.
“El vino es algo muy personal; lo que a uno le parece un gran vino, a otro puede no gustarle. Por eso no suelo ofrecer bebidas incluidas”, aclara.
Ravioli relleno de pera, pato y ricota con una base de bechamel de coco y anacardo + higo liofilizado
En los tres años que lleva como chef privado en Gran Canaria, Eleazar ha tenido eventos grandes, de cien o ciento veinte personas.
La influencer @disfrutagrancanaria, Patricia Daryanani, con quien ha colaborado en varias ocasiones, lo define así: “Es muy buena gente, se lleva bien con todo el mundo. Trabajador y humilde”.
Aunque los eventos son más rentables, reconoce que lo económico no es lo único importante: “Yo cocino porque me gusta, por eso no suelo hacer grupos de más de veinte personas, para poder explicar los platos, que puedan escuchar con comodidad y que disfruten de la experiencia”.
¿Cómo se convirtió Eleazar en chef privado?
“No tenía ni idea de que eso existía”, confiesa.
Eleazar es militar; lleva veinte años en el ejército, estudió cocina después y ahora es jefe de cocina allí.
Un día quiso que la gente probara su comida y preparó un menú de delivery navideño: él cocinaba, grababa un vídeo con las instrucciones y los clientes montaban el plato en casa.
Poco después, una pareja le pidió que cocinara en su casa. Aquella cena, en una villa del sur de Gran Canaria, fue el inicio. Sin saberlo, estaba inaugurando su nueva profesión: chef privado, un formato que por entonces empezaba a expandirse en todo el mundo.
Aunque en realidad, su primer contacto con la hostelería lo tuvo con solo 16 años, compatibilizando trabajos de camarero con el ejército. Y, cuando decidió estudiar cocina, se arrimó a profesionales de alto nivel “Yo al principio era el que menos sabía, pero lo preguntaba TODO”, recuerda.
Durante su formación, Eleazar trabajó junto a Jennise Ferrari, del restaurante Qué Leche! (1 Sol Repsol), con quien mantiene una relación profesional muy cercana.
Eleazar es mi camarada de guerra —dice Ferrari—. Es una persona apasionada, positiva y siempre dispuesta a dar lo mejor. Es mi gran compañero y amigo, sin duda.
Foto de un viaje para la embajada de España en Dinamarca, del que los compañeros reúnen un montón de anécdotas
En aquella época aprendió dos palabras importantes. La primera, actitud: “Si tienes actitud, llegas donde quieras.”
La segunda, gratis: “Quería aprender de los mejores” Se quedaba unos días en restaurantes de cielos estrellados, observaba y luego lo practicaba todo en casa.
Versión de tartar de atún con salsa peruana que evoluciona en Canarias con ají dulce y lima
¿Dónde encuentra la inspiración? Eleazar lo tiene claro: de la vida y de viajar. Prefiere invertir en experiencias porque, “al final lo que nos llevamos de aquí son los recuerdos”.
“Y porque estoy obsesionado con la comida -añade- hasta el punto de soñar recetas”.
Convencido de que es una persona con suerte en la vida, no se detiene en ello, sino que trabaja con la humildad de aquel chico de barrio que en su día no quiso estudiar porque pensaba que “eso no era para él”.
Jardín japonés: langostino tigre sobre pan brioche, salsa de pétalos de rosa y emulsión de huevo de codorniz
El chef creció en un bajo, justo debajo de la casa de su abuela. “Ella cocinaba desde que se levantaba hasta que se acostaba. En su casa siempre había gente comiendo” Recuerda el horno a gas encendido y las freidoras de papas fritas.
“Mi abuela me hacía bocadillos de papas fritas (se ríe) ¡eso para mí era un manjar! Ella no llegó a saber que me dedicaría a la cocina. Me vio de camarero, pero no como cocinero”
Tiempo después recreó, utilizando únicamente su memoria gustativa, uno de su platos como homenaje: la vena mechada de Navidad, convertida en un ravioli frito con reducción de vino y frambuesa.
Con su historia, Eleazar demuestra que las limitaciones impuestas por un momento o un lugar, por la cultura o entorno pueden modificarse.
A base de constancia —y de muchos picotazos— aquel joven rompió el cascarón para ofrecer su talento al mundo. “No quiero arrepentirme de nada en la vida. Y esto —dice— es lo que me gusta ahora.”
Entre neveras portátiles y fogones ajenos
Si algo llama la atención de Eleazar Miranda es su creatividad y su sentido de la aventura. No me refiero solo a la estética —que también—, sino a su capacidad de resolver situaciones mediante pensamiento creativo.
“Hay jornadas que se hacen pesadas: un almuerzo en Salobre, una cena en La Garita, media isla de por medio, descarga, montaje…”.
La logística de un chef privado es una aventura constante.
“Una vez llegué a una casa de alquiler y no había mesa. Ocho personas esperando y yo sin superficie para emplatar. Al final usé una silla y la tapa de mi nevera como mesa de trabajo. Ese día pené: nunca más. Ahora me llevo todo: desde sartenes y cubiertos hasta una plancha eléctrica por si falla la cocina. La comida tiene que salir”
Solomillo sobre tuétano al ajo tostado con pimentón de la Vera
Lo hace casi todo solo: compras, pre elaboraciones, organización. “Y los problemas siempre aparecen, pero va de eso: de resolver.” En su oficio, la adaptación es un ingrediente más.
Entrar en tu cocina: un acto de confianza
Eleazar ha tenido pocas situaciones incómodas. Y aunque alguna vez alguien lo ha tratado con condescendencia, “el 95 % de la gente me hace sentir parte de la familia -afirma- al fin y al cabo, me están abriendo las puertas de su casa a un desconocido, y eso es un acto de confianza.”


Hace poco tuvo un encargo especial: un cliente con productos de lujo —langostas, caviar, carabineros, cigalas— le pidió que creara un menú a medida.
“Me llevó cuatro horas limpiarlo todo, preparar las salsas, montar el servicio. Fue para el cumpleaños de su mujer, diez personas. Lo elaboré casi todo en su casa, y fue una experiencia increíble.”
Cuando le pregunto qué será lo próximo, declara que no deja de pensar en nuevas ideas y que habrá sorpresas, porque siempre está buscando formas de innovar: deja caer la idea de quizá ofrecer una línea más premium, menús personalizados o talleres de cocina.
Postre fluido de pistacho siciliano y frambuesa liofilizada
“Al final -afirma el chef- cocinar puede hacerlo cualquiera: puedes reunirte y pedir unas pizzas” Pero crear el recuerdo, eso es lo que hace Eleazar Miranda en sus experiencias degustativas.
“Comer juntos deja de ser algo fisiológico para convertirse en un acto social. En la mesa nos desconectamos de los móviles, nos reímos, creamos recuerdos. Y formar parte de ese momento, para mí, es lo más importante.” Eleazar.











